Homofobia
y angustia homosexual
Resumen de Tony
Anatrella
Se observa,
muy a menudo, que la ansiedad y la angustia que van ligadas a la homosexualidad
no son en realidad mero producto de la sociedad fundada únicamente sobre la
relación de pareja hombre/mujer y, por tanto, heterosexual. El tormento del
descubrimiento de la atracción por personas del mismo sexo encuentra su origen,
sobre todo, en razones psíquicas. Estas son numerosas y variadas, empezando por
el hecho de no poder establecer una relación afectiva íntima con una persona del
sexo contrario. Esta incapacidad remite a una impotencia ansiogénica que unas
personalidades frágiles en su narcisismo intentan colmar a través de un
reconocimiento social. (...)
Numerosos
homosexuales son completamente indiferentes a una militancia activista con la
que no se sienten identificados. No están particularmente orgullosos del desfile
del "gay pride". Saben que sería incoherente militar a favor del matrimonio
entre personas del mismo sexo, y, todavía más, adoptar niños o "fabricarlos" por
cualquier medio. Los niños estarían en una situación de mentira relacional y no
podrían gozar del beneficio de la doble presencia de un hombre y una mujer, sus
padres, para desarrollarse. El interés del niño se ve negado y la criatura se
convertiría únicamente en el apoyo narcisista, en el ensalzamiento y
prolongación de personas homosexuales que desearían verse reconocidas a través
de ella.
Deseos ilusorios
La necesidad
de tener un niño, en estas condiciones, es un deseo imaginario e ilusorio. El
niño no es aceptado por sí mismo. Conviene recordar que el niño no es un
derecho, a menos que se considere que se pueden "fabricar" niños únicamente para
sí, jugando a los aprendices de brujo. Es paradójico que las sociedades
occidentales se hayan embarcado deliberadamente en una mentalidad antinatalista,
hasta el punto de haber alcanzado un declive demográfico, y que hayan hecho del
niño un objeto del disfrute personal del individuo. El niño ya no se concibe
como aquel que asegura la renovación de las generaciones y la continuidad de la
familia, sino como el doble de uno mismo que hay que
repetir.
Sería grave
seguir favoreciendo esa regresión que desemboca en todas las patologías del
afecto y la dependencia, que revelan, a menudo, trastornos de la estabilidad
emocional, de la filiación y de la identidad sexual. ¿Hay que añadir más
problemas todavía a los que ya existen por culpa del divorcio de los padres, y
poner a los niños en unas situaciones que son contrarias a sus necesidades y a
sus intereses? La sociedad debe velar para que un niño sea acogido, protegido y
educado en las mejores condiciones que existan, entre un hombre y una mujer.
(...)
Se observa a
menudo, en nombre de una orientación sexual y, en particular, de la
homosexualidad, una voluntad de cambiar la sociedad, que se considera injusta
por estar fundada únicamente a partir de la relación de pareja formada por un
hombre y una mujer. La obligación de la diferencia sexual, de la normalidad
conyugal y familiar debe ser denunciada. De ese modo, se implanta todo un
sistema de vigilancia política, de policía de las ideas, para combatir la
discriminación de la que serían objeto los homosexuales.
Para culpabilizar a los heterosexuales
Estos
efectos del lenguaje consisten en culpabilizar a la sociedad, y de momento
funciona bien esta intimidación, que además manipula los datos de la historia,
del derecho y de la democracia. Sin embargo, no
hay nada de discriminatorio en decir que sólo hombres y mujeres pueden casarse y
ser padres. La sociedad, lo repetimos, sólo puede reconocer la relación
hombre-mujer y no las tendencias sexuales. Estos se casan primero porque son
hombre y mujer, y no en función de su tendencia heterosexual, que no es más que
una consecuencia de su unidad y de su coherencia personal.
No puede
haber igualdad psicológica y social entre la pareja formada en nombre de la
doble identidad masculina y femenina y una relación entre dos personas del mismo
sexo en nombre de su tendencia parcial. La atracción sentimental entre estas
personas no cambia nada de ese hecho constitutivo del vínculo social. (...) La
homofobia es un argumento de mala fe y un producto de la ansiedad de la
psicología homosexual. Apelando a la homofobia, los militantes quieren ante todo
culpabilizar a los heterosexuales. Objetivo que, por otra parte, consiguen,
sembrando la duda en el espíritu de la gente, como sabe hacerlo el discurso del
narcisista perverso que da a entender a los demás que sabe más sobre su
psicología para manipularles mejor. (...)
Vigilancia y censura intelectual
La
estrategia de vigilancia y de denuncia que desarrolla el "lobby" homosexual
prepara una próxima represión que comienza a propugnar una parte de los
responsables políticos, bajo la presión de las asociaciones militantes y con la
complicidad de los medios de comunicación. Estos últimos desempeñan un papel de
censor moral presentando la homosexualidad, a menudo, de manera simplista y
sentimental. (...) Este filtrado de los medios hace que sea cada vez más
difícil, para la mayoría, encontrar reflexiones sobre lo que significa el hecho
de imponer a la sociedad una tendencia sexual disociada de la dimensión
relacional del hombre y de la mujer.
En varias
organizaciones psiquiátricas, les está hasta prohibido a los facultativos
mencionar que han podido permitir a algunos sujetos cambiar de orientación
sexual pasando de la homosexualidad a heterosexualidad gracias a la psicoterapia. Nos
encontramos, pues, ante una paradoja: se admite que se pueda pasar de la
heterosexualidad a la homosexualidad, pero se niega que se pueda producir lo
inverso. Semejante cerrazón ideológica es grave, especialmente, cuando se sabe
que hay diferentes formas de homosexualidad, y que algunas de ellas son
accesibles a un tratamiento analítico, mientras que otras son, efectivamente,
irreversibles.
Se juzga
como racismo o como homofobia cualquier crítica, cualquier reflexión que muestre
que la homosexualidad representa un serio hándicap psíquico para la elaboración
sexual, cualquier contenido humorístico que pueda sonar a burla respecto a la
homosexualidad, o incluso el hecho de recordar que la práctica homosexual no es
justa moralmente y que la mayoría de las religiones la consideran como una
contradicción antropológica de valor universal mientras que únicamente la
relación de pareja hombre-mujer está en los cimientos de la sociedad y del
derecho. Esta interpretación psico1ógica no fundada traduce una carencia de
pensamiento que ataca a las personas para descalificar mejor su discurso y las
preguntas que se plantean. (...).
La homofobia
no refleja la realidad
La
utilización del eslogan de la homofobia es un efecto del lenguaje que no refleja
la realidad.
La mayoría de las personas son indiferentes a los homosexuales,
máxime en una sociedad individualista en la que cada uno hace lo que quiere. En
cambio, los problemas surgen cuando se quiere hacer de esa tendencia una norma
para la sociedad.
La homosexualidad puede suscitar una inquietud y una
desconfianza, en particular, cuando algunos militantes exhiben su tendencia
agrediendo a los demás y a la sociedad. ¿Por qué querer pregonar de esa manera
sus tendencias, cuando en el mejor de los casos se presenta uno primero como
hombre o como mujer, o incluso como ciudadano? (...)
La
utilización abusiva de la imagen de la homofobia, por parte de los doctrinarios
de la causa homosexual, nos sitúa ante una interpretación proyectiva. La fobia y
el miedo están mucho más presentes en los que se sirven de ellos como un
estandarte que en aquellos a los que apuntan los discursos de esos militantes.
El mecanismo habitual de la fobia consiste en rechazar hacia el mundo exterior
la angustia que inspira una moción instintiva, pero que se vive como un peligro
y un disgusto que viene del exterior. (...)
El delito de la crítica
La represión
intelectual se pone en marcha hasta pensar en la creación de una sanción penal.
En efecto, se pretende en algunos medios asociativos, e incluso políticos, crear
un "delito de homofobia" que sería sancionado por la ley asimilando la situación
de los homosexuales a la de los que son víctimas del antisemitismo y del
racismo. Pero la orientación sexual de una persona no es una cualidad comparable
a la raza o al origen étnico.
"Incluir 'la
orientación homosexual' entre las consideraciones sobre cuya base resulta ilegal
discriminar, puede llevar fácilmente a considerar a la homosexualidad como una
fuente positiva de los derechos humanos, por ejemplo en lo que se refiere a las
medidas antidiscriminatorias a favor de las minorías o el trato preferente en
las prácticas de empleo. Esto es tanto más perjudicial cuanto que no existe
ningún derecho a la homosexualidad, por lo que no debería constituir nunca el
fundamento de reivindicaciones jurídicas. Partir del reconocimiento de la
homosexualidad como factor sobre cuya base es ilegal discriminar, puede conducir
fácilmente, incluso automáticamente, a la protección legal y a la promoción de
la homosexualidad.
La homosexualidad de una persona sería invocada contra la
discriminación que se alega, y el ejercicio de los derechos sería de ese modo
defendido por el subterfugio de la afirmación de la condición homosexual, en
lugar de serlo en función de una violación de los derechos humanos elementales"
(2).
Sería como
poco insensato y absurdo querer convertir en delito cualquier crítica relativa a
la homosexualidad.
En la mayoría de las sociedades, las personas y los bienes
están protegidos por unas leyes que garantizan su respeto. No hay por qué
instituir reglas particulares que, además, no alcanzan el bien común. Crear un
"delito de homofobia" sería una manera de tomar a la sociedad como rehén por una
cuestión problemática de la organización sexual de un
sujeto.
El
descubrimiento de esta tendencia en uno de sus hijos siempre es un drama para
unos padres. ¿Deberían ser denunciados a la justicia bajo el pretexto de que se
niegan a acoger en su casa al compañero o la compañera de su hijo o su hija?
Numerosos especialistas piensan que la homosexualidad es la resultante de un
trastorno de la identidad sexual. ¿Deberán por ello comparecer ante tribunales
por no estar conformes con el dictado de las asociaciones homosexuales mediante
el cual se arrastra y manipula al poder político? ¿Habrá que censurar, además, a
la Biblia y también a toda una literatura de ficción o científica por el delito
de pensar mal, y someterlas a unos autos de fe de siniestro
recuerdo?
Una
estrategia ya conocida
La
homosexualidad es una tendencia sexual que, cuando invade la escena social, es
un signo de confusión y de falta de autenticidad relacional. Es decir, que no
tiene ningún valor político y no puede ennoblecer la civilización (...). No le
corresponde a la sociedad organizar la homosexualidad; de lo contrario, hay que
organizar todas las tendencias sexuales y protegerlas por ley. (...) La sociedad
sólo puede mantenerse y durar si apoya la organización sexual y social de la
relación fundada entre un hombre y una mujer. Lo demás pertenece al ámbito
privado y particular, y no tiene que ser honrado por una ley y unos
derechos.
(...) No
corresponde a la sociedad el tratar la problemática individual y psicológica de
la sexualidad humana. Sin embargo, se pide cada vez más a la sociedad que
reconozca y legisle sobre todas estas relaciones subjetivas. Si se niega,
entonces se le da a entender que no es generosa y que tiene miedo. Esta
explotación del miedo y de la culpabilización de los ciudadanos es una
estrategia bien conocida y utilizada por todos los que buscan enmascarar la
verdad, como fue el caso con el marxismo. (...)
La
homosexualidad plantea numerosos problemas en el plano social cuando se la
quiere legitimar sin ningún discernimiento y sólo adoptando como buenas las
afirmaciones de los "lobbies" homosexuales. Ahora bien, no se puede tratar la
homosexualidad en el plano social del mismo modo que en el plano individual. La
homosexualidad no está sujeta a derechos: sólo las personas están sujetas a
derechos y deberes. (...). Las sociedades occidentales tienen una visión suicida
del vínculo social al favorecer todas las expectativas subjetivas de los
individuos en detrimento de las realidades objetivas.
(1) Consejo
Pontificio para la Familia. "Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre
familia, vida y cuestiones éticas". Ediciones Palabra. Madrid (2002). 1.142
págs.
(2)
Congregación para la Doctrina de la Fe. "Respecto a las proposiciones de ley
sobre la no discriminación de personas homosexuales" (Roma, 24 de julio
1992).
Fuente: Yo
Influyo